LA REVUELTA TELEVISADA

Posted on dic 18, 2014

En este interesante artículo de La Vanguardia, Jordi Balló destaca la necesidad de obras como “La Comuna” (París, 1871) de Peter Watkins en los tiempos actuales y apunta sus similitudes con “Born” y su voluntad de reflexión de nuestro presente a partir de la memoria histórica.

 

La revuelta televisada

 

En el campo de las imágenes, y de la cultura en general, vivimos inmersos en un huracán promocional que tiende a resaltar lo nuevo y hacernos olvidar lo que ya ha pasado, como si fuera viejo y caduco. Por eso algunos gestos radicales de programación nos sirven para resituar las cosas en un orden correcto, el de la importancia de las obras que merecen ser consideradas fundadoras. Para ello tenemos las filmotecas, teníamos los ciclos televisivos monográficos (de estos ya casi no quedan) pero disponemos también excepcionalmente de las ediciones en DVD de algunas obras que reaparecen con fuerza inusual para un público ávido de conocer.

Esto es lo que acaba de pasar con la edición de una película para televisión de Peter Watkins del año 1999 que la editorial audiovisual Intermedio acaba de presentar. Se trata de La Comuna (París, 1871), una obra singularísima que la cadena Arte produjo como un gran acontecimiento, a pesar de su modestia de costes.

La película es casi serial, porque dura 345 minutos, y describe en un decorado de un interior abandonado la revuelta popular parisina entre el 26 de marzo y el 28 de mayo de 1871. Y lo hace de una manera que ahora reconocemos como particularmente oportuna y visionaria, con actores no profesionales que interpretan a los personajes indignados por la acción del gobierno, así como otros que encarnan las diversas figuras en juego.

Watkins utiliza un dispositivo modernísimo, porque todas las imágenes que se ven provienen de dos supuestas cadenas de televisión que retransmiten los hechos del año 1871.

Una de ellas es la televisión nacional de Versalles, la oficialista, la que da el punto de vista del poder y que retrata a los manifestantes como gente que puede poner en peligro el equilibrio social y político. La otra es una televisión comunal, modesta, donde dos periodistas, un chico y una chica, intentan dar testimonio de los hechos dando voz a los oprimidos. La película de Watkins expresa así la crónica diaria de una revuelta televisada en tiempo que no había televisión, y de esta manera radiografía el papel de los medios de comunicación ante cualquier movimiento popular de insubordinación.

La represión sanguinaria contra los sublevados también se expresa de manera diferente, según quien sea el cronista: mientras la televisión comunal intenta mostrar la brutalidad de esta represión, la televisión oficial quiere esconderla. Hasta que llega un momento clave en el que uno de los presentadores del canal oficialista expresa la necesidad de mostrar unas imágenes “espectaculares”, con decenas de cadáveres encontrados en el barrio de Belleville, una decisión que otro periodista de la misma cadena contesta porque piensa que estas cosas es mejor ocultarlas. Uno de los testigos de la revuelta lo expresa muy claramente: el poder no puede mentir eternamente.

La Comuna (París, 1871) resulta especialmente pertinente en los tiempos actuales y dialoga transversalmente con el filme Born de Claudio Zulián, que también se ha propuesto, con otras estrategias, más rossellinianas, hacernos pensar en las implicaciones presentes de toda memoria histórica. Revisando el pasado de la Comuna con gente de la calle haciendo de actores, Watkins imaginó, hace quince años, el futuro de una Europa empobrecida; reconstruyendo la vida crítica y asediada de un barrio entre 1700 y 1714, Zulián hace emerger el pensamiento comparativo con las ruinas de una ciudad invisible sobre las que vivimos y sobre las que queremos proyectarnos.

 

La Vanguardia, Jordi Balló, 17/12/14