BONAVENTURA

Posted on sep 30, 2014

Bonaventura, el calderero, el artesano pobre, que tenía su taller en la Plaza del Bornet. Un hombre que trabajaba con las manos. Representar el trabajo se ha vuelto tarea casi imposible en el mundo del consumo: importa el ocio, lo que uno siente, la diversión. El trabajo es una actividad obligatoria que sirve para pagar las vacaciones. Bonaventura trabaja con las manos, siente el cobre, sus texturas, está orgulloso de lo que crea. Hay conocimiento y sensualidad en la perfección de sus ollas y sus calderos quizá sus herederos del siglo XXI seamos los que producimos imágenes audiovisuales. No es un mundo idílico el suyo. El esfuerzo y la pobreza le acompañan. Por eso juega. Cuando el horizonte está cerrado y no hay manera de imaginar un cambio, sólo queda tentar la suerte, esperar que una jugada de dados inaugure otro mundo, de repente, mágicamente.

A su alrededor, casi imperceptibles, otros juegos, enormes y abstractos, se están poniendo en marcha. Vicenç, su vecino, el rico droguero, lo ha entendido. A Bonaventura sólo le llegan ecos: el dinero está empezando a desarraigarlo todo. Bonaventura, el hábil artesano, empieza entonces, a comienzos del siglo XVIII, el camino hacia la desaparición. A sus sucesores ya no les pedirán ollas y calderos con finos acabados, sino que cumplan horarios y repitan gestos en una fábrica.

Bonaventura lo intuye – nos intuye -, pero no lo sabe. Por eso sueña con apuntarse él también al gran juego: invertir, jugar con las propiedades. Poder así pagar un médico para su mujer enferma, a la que quiere con esa evidencia y simplicidad que da el roce diario con la materia: hay cobre, hay formas, hay músculos que se tensan y se destensan, hay el calor de la fragua,  hay hombres y mujeres, hay niños.Mondo Nuovo de Giandomenico Tiepolo

Bonaventura está en la orilla del nuevo siglo y del tiempo nuevo. Como el espectador ante el fresco de Giandomenico Tiepolo, se levanta en la punta de los pies, da voces, pero sólo ve los cogotes de los que sí están viendo lo que viene y por eso mismo le tapan la vista. Pero no es melancólico: está vivo, su cuerpo siente, piensa, se desplaza.