BORN

Posted on sep 29, 2014

Todo empezó por un rencuentro y una lectura. Albert García Espuche y yo nos conocíamos desde hacía años: en el ’98 él era director de exposiciones en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona donde yo estaba realizando mi exposición “Escenas del Raval“. Nos habíamos perdido un poco de vista cuando,  en el 2010, compartimos las bambalinas, las esperas y los ágapes de dos  premios que nos dieron a ambos. Intercambiamos informaciones biográficas. Leí su libro “La Ciutat del Born“. Me deslumbró. Aquí hay una película, le dije en seguida.

En esas páginas habíCarrera visto desfilar mi ciudad, Barcelona, trescientos años antes. La ciudad que en varias de mis obras anteriores había sentido, atravesado, interrogado, siempre en presente, como lo hace quién la habita. Albert me ofrecía una perspectiva inédita. En su libro se describían los pequeños objetos cotidianos, aquellos que nos hacen hacer algunos gestos muy particulares: una pipa, una cuchara, un caldero; los entornos en los que se hallaban estos objetos – la cocina, con el fuego en el suelo, el “estrado”, el taller del calderero; las relaciones que podían tener las personas que habitaban estos lugares: los criados, los señores, los artesanos, sus deudas, sus trabajos, algún delito. La economía que poco a poco emancipaba los burgueses de los nobles y del clero y permitía a casi cualquiera cambiar de estatus social. La economía. La economía que en 2010 ya había vapuleado a nuestra sociedad. Empezaba a estar claro para todos que no se trataba de una crisis coyuntural: se estaban agrietando los cimientos de nuestra sociedad, esos mismos que se habían ido consolidando justo en el período descrito en “La Ciutat del Born”. Mi interés por la historia de la ciudad se transformó muy rápidamente en el interés por el origen de lo que nos estaba pasando en Europa: nuestras dudas radicales acerca de nuestro estilo de vida.

Pero si hay algo maravilloso en el libro de Albert, es la extraordinaria concreción de los detalles. Es lo que siempre me ha interesado: como la historia de los grandes eventos se inscribe en el día a día – y al revés: como en el día a día se fraguan los grandes cambios. Se trataba de hacer una película. Una ficción: contar una historia atravesada por la Historia. Una ficción y no un documental, porque se adentra más en la intimidad de la personas: las alcovas, el lecho de muerte, los momentos en que uno siente de pronto que la estación ha cambiado porque empieza a hacer frío y se queda pensando en la puerta de casa. La intimidad de entonces y la nuestra. Con Albert nos pusimos a seleccionar algunas personas, entre las más de mil referenciadas en su libro, cuyo destino pudiera resumir el destino de muchos otros. Tres nos parecieron adecuados: Marianna, Vicenç Durán y Bonaventura Alberni.