CINE/HISTORIA

Posted on oct 3, 2014

IMG_4629La memoria es una construcción inestable y en continua mutación. La historia, un intento de ordenación de la memoria: se decide dar más relieve a esto o aquello, se considera tal otra cosa irrelevante. La operación por la que se produce la historia es concreta: está hecha de discursos, liturgias políticas, espectáculos, textos e imágenes.

El cine ha sido desde sus comienzos una parte importante de esa producción. La capacidad evocadora de sus imágenes, su recepción colectiva -no individual como en la lectura de un libro, por ejemplo-, su diseminación mundial por la que la misma película es vista al mismo tiempo en lugares muy distantes, todo ello hace del cine un instrumento ideal para cimentar la historia. Durante todo el siglo XX hemos asistido a una lucha encarnizada por producir una historia cinematográfica dominante – desde las producciones estatales de los nazis a la caza de brujas que afectó tan profundamente a la industria cinematográfica norteamericana.

No se trata sólo del “qué” contar, sino también del “cómo”. Por ejemplo, si substituimos la historia de un “gran hombre”, actor de un acontecimiento histórico, por la de un único “héroe anónimo”, actor del mismo acontecimiento, no habremos adelantado mucho: toda la complejidad del hecho, con su extensa red de causalidades y pulsiones, su contexto de imágenes y discursos, sus posibilidades alternativas, se habrá perdido. La voluntad de una sola persona, personaje histórico o héroe anónimo, seguirá pareciendo el único motor del acontencimiento en cuestión, con menoscabo de todo el resto.

El mecanismo de identificación del espectador con el personaje, con el que juegan tantas películas, es una trampa mortal para la posibilidad de una cinematografía que se ocupe de una historia diferente. En general, al espectador se le propone seguir las peripecias de un solo protagonista que de un modo u otro es el “héroe” de la película.  Y no se trata de una propuesta genérica: el tipo de encuadre – que, por ejemplo, enfatiza al protagonista respeto del contexto desenfocando el fondo – o las elipsis temporales – que obvian todo lo que sucede cuando el protagonista está ausente -, son evidentemente formas de “pensar” la historia.

La complejidad, la extensión, las narraciones y las mentiras de la crisis actual nos llaman a repensarlo todo: cuáles son las historias, quiénes son los personajes, de qué manera los encuadramos y cómo los enfocamos.