MARIANNA

Posted on oct 6, 2014

Vicky Luengo en Born.

Vicky Luengo ensaya el personaje de Marianna.

¡Qué poco sabemos de Marianna! Sólo lo que de ella dijeron sus vecinos en un juicio. Y que era pobre, eso es seguro. En “La Ciutat del Born” aparecen muchas mujeres. La vida de la ciudad era tan suya como de los hombres, sobretodo para las clases populares: vendían en los mercados y en las calles, producían puntas sentadas en la puerta de casa, se divertían en los bailes y cortejos callejeros de los Carnavales. Incluso podían tener negocios, como Margarida Colomer (nuestra Caterina), la propietaria de la taberna dels Fadrins que regentaba ella sola porque su marido estaba huido de la justicia por un desfalco. Pero el mundo de los documentos oficiales del que se nutre el libro de Albert García Espuche tiene muchos más rastros de las actividades de los hombres que de las mujeres. Y no podía ser de otro modo, porque las mujeres tenían poco poder del que otorga la ley.

Sin embargo el siglo XVIII es también conocido como “el siglo de las mujeres”: de pronto aparecen en escena, sin acompañantes y sin tutelas. Quizá porque la sociedad entera empieza a separarse del orden antiguo  en el que todos, hombres y mujeres, eran antes que nada súbditos del Rey y fieles de la Iglesia. Entonces, con el nuevo siglo, hombres y mujeres empiezan a verse como individuos: cada uno con su historia, su cuerpo, sus deseos. La literatura europea se puebla de extraordinarias figuras femeninas: la Princesa de Clèves, Madame de Warens, Moll Flanders, Roxana, Pamela. Mujeres conscientes de sí mismas y de sus objetivos, a menudo transgresoras.

No encontramos nada comparable en al literatura de la península ibérica, quizá porque la cultura estaba en general más apegada al gran estilo del siglo anterior, que dictaba aún formas y contenidos.  Pero Barcelona era un puerto y la documentación de “La Ciutat del Born” demuestra que su cultura material sí estaba en sintonía con la cultura material más innovadora del tiempo – baste considerar el negocio del tabaco, por ejemplo.

Así, las heroínas continentales me podían dar alguna clave para entender a Marianna, para imaginar quien estaba detrás de su historia. Una historia que resume las que se vislumbran en el libro de Albert: un marido podía  testar a favor de su propio hijo, dejando a su mujer la casa en usufructo un año; pasado este tiempo la madre tenía que pagar el alquiler a su propio hijo, o irse. Y entonces empezaba para ella otra vida.