MÚSICAS DEL BORN
A partir del siglo XIX la cultura burguesa ha transformado la cultura popular en cultura tradicional o folklore y ha reservado para sí la posibilidad de una historia: la historia del arte, de la literatura, de la música que se estudia en escuelas, institutos y universidades y que arranca en la antigüedad. La cultura tradicional es en cambio no-histórica – no se puede decir en que año se compuso “La dama d’Aragó” – y anónima – no se sabe quién la compuso. Esta separación falsifica toda la historia de nuestra cultura: fue justamente la cultura burguesa, como cultura emergente distinta de la cultura aristocrática o popular, la que impuso la separación y echó a la cultura popular de la historia. Los maravillosos textos de Bahktin sobre el Gargantua y Pantagruel de Rabelais o el estudio de Carlo Ginzburg sobre las ideas de un molinero del norte de Italia en el siglo XVI (“El queso y los gusanos”; volveremos sobre ello!), han mostrado una historia de la cultura mucho más compleja, en la que “alta” y “baja” cultura estaban mucho más interrelacionadas de lo que se había querido pensar.
Cuando se habla de música del siglo XVIII, lo primero que nos imaginamos es una orquesta de cuerda tocando un minuet o alguna pieza de Vivaldi o de Bach. Sin embargo, el pueblo del siglo XVIII tocaba y cantaba piezas que aún hoy conocemos, pero que han sido tiradas al desván de la “música popular” y por lo tanto han dejado de tener historia y autores. En Born he querido afrontar esta cuestión haciendo sonar las músicas que se cantaban por la calle, junto a las que se bailaban en los salones de nobles y burgueses. Estas músicas son portadoras no sólo de otras formas musicales, sino también, en sus letras, de una genuina transmisión de formas de vida, intereses y preocupaciones de quién las cantaba. Y justamente por eso han sido muy a menudo censuradas por los folkloristas burgueses por su violencia, su obscenidad o su mal gusto.
La gran cultura burguesa se está acabando en estas últimas décadas: sus pilares como la universidad y la escuela pública están siendo erosionados en nombre de una preparación técnica que no necesita “humanidades”. Por otra parte, el propio capitalismo – el orden burgués del mundo -, ha generado una nueva cultura popular (la cultura pop, por así llamarla y para diferenciarla de la anterior). Aunque aún quedan nichos de culturas especializadas – las “humanidades” – y locales, la cultura pop es ahora la cultura de todo el mundo y de todas las clases sociales. Quizá esta nueva situación represente al menos una ocasión para pensar la historia de nuestra cultura y nuestras músicas bajo una nueva luz.