PASOLINI, LAS COSAS Y EL CINE

Posted on oct 13, 2014

Caldereros

Los primeros recuerdos de la vida son visuales. La vida, en el recuerdo, se convierte en una película muda. Todos nosotros tenemos en la mente una imagen que es la primera o una de las primeras de nuestra vida. Esa imagen es un signo, y, por precisar, un signo lingüístico, comunica o expresa algo. Te pondré un ejemplo, Gennariello, que a un napolitano como tú le parecerá exótico. La primera imagen de mi vida es una cortina, blanca, transparente, que cuelga creo que inmóvil ante una ventana que da a una calleja más bien triste y oscura. Esa cortina me aterroriza y me angustia; pero no como algo amenazador y desagradable, sino como algo cósmico. En aquella cortina se compendia y toma cuerpo el espíritu de la casa en que nací. Era una casa burguesa, en Bolonia.

Pasolini, Pier Paolo, Cartas Luteranas, 1997, pg 33

En Born hay una deliberada exploración del “lenguaje de las cosas”. Porque las “cosas” no sólo generan nuestros recuerdos personales, sino que son además una reserva de memoria colectiva: la desaparición del taburete del calderero es la desaparición de su mundo, no sólo de un objeto. El cine me ha dado los medios de investigar, preguntar, encontrar y reconstruir. La sola presencia del taburete ha permitido reencontrar los gestos, los ritmos, las palabras. Al contrario que un museo – donde quedaría neutralizado, separado de la experiencia y de los cuerpos – el taburete en la película se reactualiza, vuelve a la vida. Pero tiene que ser en una película de ficción, donde la operación de re-vivir no conoce ningún límite, donde se pueden explorar todas las redes de significados y vivencias del taburete y de los cuerpos que lo usan – los cuerpos de generaciones de caldereros, que trabajaron y soñaron sobre él; los cuerpos de los actores actuales, que nos lo interpretan. En un documental , la voluntad de precisión histórica limitaría su presencia y lo devolvería al museo, certificando así su desaparición y la de los hombres que trabajaron con él.